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Vivimos en un mundo donde nuestra voz puede ser clonada con solo unos segundos de audio, donde los ingresos del cibercrimen superan al tráfico mundial de drogas, y donde todavía no contamos con suficientes profesionales capacitados para defendernos.
Sin embargo, esta conciencia puede ser el primer paso hacia una solución. El problema no es la tecnología en sí: ya disponemos de herramientas sofisticadas capaces de detectar y bloquear ataques en tiempo real. El verdadero desafío es que muchas organizaciones aún no han situado la ciberseguridad entre sus prioridades estratégicas. A menudo carecen de personal formado para gestionarla eficazmente o de procesos internos que permitan responder con rapidez cuando los sistemas advierten que algo no va bien.
El 2025 nos ha enseñado que la ciberseguridad ya no puede tratarse como un problema técnico que se resuelve con más cortafuegos o antivirus. Es un desafío de civilización, que exige nuevas formas de pensar, nuevas competencias y nuevas formas de cooperación.
La pregunta no es si enfrentaremos más crisis de ciberseguridad, sino si estaremos preparados cuando lleguen. Y la respuesta, por ahora, sigue escribiéndose.
Cada octubre, Europa dedica un mes completo a la concienciación sobre la ciberseguridad. El Mes Europeo de la Ciberseguridad (ECSM), promovido por ENISA y la Comisión Europea, busca educar a ciudadanos y empresas sobre los riesgos digitales y fomentar comportamientos más seguros en línea.
El tema de 2025 es el phishing, la técnica de ingeniería social más utilizada del mundo. La mayoría de los ciberataques aún comienzan con un correo electrónico o mensaje engañoso. Los atacantes ya no intentan romper cortafuegos: atacan la confianza, la rutina y los descuidos de las personas.
Henna Virkkunen, vicepresidenta de Soberanía Tecnológica y Seguridad de la UE, lo resumió perfectamente:
“La ciberseguridad no trata solo de tecnología. Es una responsabilidad compartida. Si permanecemos vigilantes y adoptamos medidas sencillas de protección, todos podemos contribuir a construir un futuro digital más seguro.”
En un mundo donde un solo clic puede abrir la puerta a una crisis, el objetivo del ECSM es convertir la seguridad digital en un hábito cotidiano.
En los últimos años, el panorama de las amenazas cibernéticas ha cambiado radicalmente.
Según el M-Trends 2025 Report de Mandiant, los ciberdelincuentes están dejando de usar malware como vía principal de entrada. Los ataques se basan cada vez más en credenciales robadas (16%), phishing dirigido (14%) o explotación de vulnerabilidades conocidas (33%) en sistemas expuestos.
Este cambio demuestra que el poder real de las amenazas modernas ya no reside solo en el código malicioso, sino en la capacidad de infiltrarse aprovechando las mismas conexiones e identidades que las empresas utilizan cada día.
Mientras tanto, la profesionalización del cibercrimen ha convertido la dark web en un mercado global de servicios ilícitos. Los llamados access brokers venden credenciales, accesos a redes e incluso kits de ataque personalizados. El cibercrimen ya no es artesanal: es industrial, escalable y muy rentable.
Y con la expansión de la inteligencia artificial generativa, la frontera entre la realidad y la falsificación se ha difuminado. En 2024, los ataques de voice phishing se dispararon, mientras los deepfakes permitieron a los delincuentes replicar voces y rostros de ejecutivos para engañar a empleados y autorizar transferencias millonarias. En uno de los casos más impactantes, un empleado de la empresa de ingeniería Arup, en Hong Kong, participó en una videollamada con lo que creía que era el director financiero y otros ejecutivos —todos recreados con IA— y fue convencido para autorizar quince transferencias bancarias. El caso Arup, donde se robaron 25 millones de dólares mediante una videoconferencia deepfake, es solo la punta del iceberg.
El cloud prometía ser la solución definitiva a los problemas de seguridad: infraestructuras gestionadas por expertos, actualizaciones automáticas y escalabilidad ilimitada. Sin embargo, el cloud computing se ha convertido en una de las principales fuentes de riesgo.
Las organizaciones informan de un aumento constante en las alertas de seguridad en la nube y en la gravedad de las amenazas. A medida que los servicios digitales se expanden, la gestión de la seguridad se vuelve cada vez más compleja: demasiados datos, demasiados accesos, demasiado poco control.
El problema no es la nube en sí, sino cómo la usamos. Mover todo al cloud sin una gobernanza sólida y criterios claros de protección no reduce el riesgo, solo lo traslada.
Por ello, muchas empresas están adoptando estrategias de seguridad zero trust, donde cada acceso —incluso interno— debe autenticarse, supervisarse y limitarse al mínimo necesario.
La seguridad zero trust se impone como el nuevo paradigma: no confíes en nadie, verifica todo.
En la práctica, significa integrar autenticación multifactor (MFA), gestión de identidades y accesos (IAM) y cifrado de datos en todos los niveles, desde los servidores hasta los dispositivos finales.
El objetivo es reducir la superficie de ataque, impedir movimientos laterales de los atacantes y proteger los datos incluso si el perímetro se ve comprometido.
Pero lograrlo requiere coherencia y visibilidad: no basta con un antivirus o un EDR, se necesita un ecosistema integrado que proteja dispositivos, identidades y datos de forma coordinada.
La inteligencia artificial ya es una aliada clave en la defensa cibernética. Analiza registros, detecta anomalías e identifica comportamientos sospechosos. Pero también se ha convertido en un arma para los atacantes.
Los modelos generativos se usan ahora para crear correos de phishing extremadamente convincentes, localizados en múltiples idiomas y personalizados para cada víctima. Las mismas herramientas de IA pueden generar código malicioso, analizar vulnerabilidades y crear exploits en tiempo real.
El futuro de la ciberseguridad será una batalla entre inteligencias artificiales: las que atacan y las que defienden.
Las organizaciones más resilientes serán aquellas que entrenen sus propios modelos con datos propietarios, manteniendo el control sobre la información sensible y evitando que se use en sistemas externos.
Según el ISC2 Cybersecurity Workforce Study 2024, el mundo necesita más de 4,7 millones de profesionales en ciberseguridad para cerrar la brecha de talento, una carencia que sigue creciendo cada año.
La tecnología por sí sola no basta: se requieren conciencia, formación continua y procesos de respuesta coordinados.
Muchas violaciones de datos provienen de errores humanos o falta de conciencia. Un solo clic equivocado o una contraseña compartida puede comprometer todo un sistema.
Por eso, iniciativas como el Mes Europeo de la Ciberseguridad no son solo simbólicas: son herramientas prácticas para reforzar la resiliencia colectiva.
El 2025 marca la implementación completa de dos normativas clave: DORA (Digital Operational Resilience Act) y NIS2 (Network and Information Security Directive).
Ambos marcos trasladan la responsabilidad de la ciberseguridad desde los departamentos técnicos hasta los niveles ejecutivos.
El Artículo 5 del DORA establece que el órgano de dirección es responsable final de la gestión del riesgo TIC: debe aprobar y supervisar las políticas de seguridad, asegurando que los miembros del consejo posean conocimientos adecuados en materia de ciberseguridad.
Por su parte, NIS2 amplía las obligaciones de seguridad a más sectores y proveedores de servicios críticos. El incumplimiento puede implicar multas de hasta el 2% de los ingresos anuales.
Ambas normativas transmiten un mensaje claro: la ciberseguridad ya no es opcional, es un requisito empresarial esencial.
La soberanía digital se ha convertido en una prioridad estratégica. Las empresas europeas buscan recuperar el control sobre sus datos y sus infraestructuras críticas.
Esto implica optar por soluciones on-premise o nubes soberanas, adoptar cifrado poscuántico y garantizar que los datos se mantengan dentro de jurisdicciones conformes con el RGPD.
El cifrado resistente a la computación cuántica, como el algoritmo CRYSTALS-Kyber estandarizado por el NIST, es ya esencial para proteger datos que deben seguir siendo confidenciales durante décadas. Los ataques del tipo harvest now, decrypt later ya están ocurriendo: los delincuentes recopilan hoy los datos cifrados para descifrarlos en el futuro, cuando la potencia cuántica lo permita.
Adoptar cifrado poscuántico ahora significa no solo proteger el presente, sino asegurar el futuro digital de la empresa.
Los desafíos de 2025 exigen plataformas de protección unificadas, capaces de defender los datos dondequiera que residan: en la nube, en los dispositivos o en los procesos corporativos.
RemoteGrant actúa en el nivel de los endpoints, bloqueando ransomware, accesos no autorizados y eliminaciones accidentales. Sus políticas granulares de Data Loss Prevention (DLP) protegen los archivos en tiempo real, evitando modificaciones o filtraciones incluso desde software legítimo comprometido.
FileGrant, por su parte, extiende la protección a los archivos compartidos y archivados, con cifrado cuántico-resistente basado en CRYSTALS-Kyber y el sistema patentado Lock&Go, que impone descargas cifradas obligatorias, incluso para los propietarios. Cada acción se registra, cada acceso puede revocarse en tiempo real, y la protección frente al data scraping y las capturas de pantalla mediante IA es automática.
Ambas soluciones se integran con AIGrant, el motor de inteligencia artificial que clasifica automáticamente los datos sensibles y activa protecciones zero trust en tiempo real, aplicando políticas coherentes con las normas internas de la organización.
Este enfoque coordinado —que combina protección de endpoints, cifrado de datos y gestión inteligente de accesos— representa el modelo de defensa más eficaz frente a las amenazas actuales.
La ciberseguridad no es un destino, sino un camino. Cada octubre nos recuerda que la conciencia es la primera línea de defensa y que la tecnología, por sí sola, no basta.
Necesitamos una cultura compartida del riesgo digital, en la que cada usuario, empresa e institución desempeñe su papel.
El futuro digital será tan seguro como nuestra capacidad para construirlo juntos: con responsabilidad, innovación y colaboración.
Las amenazas seguirán evolucionando, pero también nuestra inteligencia —humana y artificial—.
La pregunta sigue siendo la misma: ¿estaremos listos para el próximo ataque?
La respuesta, en última instancia, depende de nosotros.